Pensar y mantener los partidos como simples máquinas electorales y de movilización es anticuado y les resta eficacia. Hay que hacer de ellos maquinarias de gestión institucional y dotarlos de think thanks; no para hacer doctrina, sino para ganar en los tribunales y consejos electorales
Falló "Estrategia 8.4" del Gobierno Federal contra el crimen organizado: "Desarticulación de cadenas delictivas mediante la destrucción de los nodos de creación de valor.Se propiciará la desarticulación de organizaciones criminales atendiendo a la naturaleza económica de sus actividades mediante la destrucción de los elementos que les permiten generar riquezas ilícitas y afianzarse en el territorio mexicano." http://pnd.calderon.presidencia.gob.mx/eje1/crimen-organizado.html
Para la competencia electoral, los partidos están obligados a fortalecer tanto su capacidad de captación de voto como su capacidad de rendimiento litigante.
La competencia poselectoral hay que construirla desde la campaña, sobre todo cuando las reglas y los antecedentes de elecciones previas dan cuenta de las posibilidades de modificar los resultados. La debilidad institucional de nuestra democracia tal vez no está tanto en las autoridades electorales y los tribunales en la materia, sino en los partidos diseñados mucho más para la movilización y organización de bases que para la lucha en el entramado jurídico. La eficacia guarda importante relación con las reglas. En competencias olímpicas como box y tae kwon do, tal vez no triunfaron los mejores en sus especialidades, sino quienes mejor aprovecharon sus recursos conforme a las reglas.
La compra-venta del voto tiene una valoración relativa a nuestra concepción teórica de democracia. Si consideramos al voto más como un deber que como un derecho, lo primero que debe ser punible es la abstención. El abstencionista, en este supuesto, sería quien socava la democracia y no el que vende su voto. Cuestión de enfoque.
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